La obra literaria de Antonio Caballero Carmona es un testimonio de una España que resiste en la memoria de quienes la vivieron y de quienes, a través de sus relatos, podemos acercarnos para conocer. Y conocer es la puerta que abre el comprender. Antonio Caballero supo captar con maestría la esencia de la posguerra española, dando voz a aquellos que, a pesar de la adversidad, supieron encontrar la alegría en las pequeñas cosas.
Su capacidad narradora era innata, pues como tantos y tantas, no pudo hacer ningún curso académico. Solo un maestro que en contadas ocasiones pudo enseñarle. Narrador innato, sí, tanto en la palabra escrita como en la oral. Caballero Carmona transformó en literatura las vivencias de un pueblo humilde, resiliente y lleno de matices. Sus relatos, de marcado carácter novelístico y testimonial, no solo describen hechos, sino que transportan al lector a un universo donde la nostalgia y la esperanza conviven en equilibrio. Con un lenguaje rico en matices, inteligente y tierna ironía y una profunda humanidad, logró rescatar del olvido las historias de un tiempo que se está escapando del entrelazamiento en que la memoria dispone los recuerdos.
Desde la concepción de la memoria del filósofo francés Paul Ricoeur (1913-2005), podemos entender su obra como un ejercicio de reconstrucción del pasado, no desde la mera evocación de lo vivido, sino desde una interpretación que dota de sentido a la experiencia que él mismo vivió. Sus relatos no son solo recuerdos personales o testimonios aislados, sino una trama en la que lo individual y lo colectivo se entretejen, permitiendo que la historia se cuente desde quienes la vivieron en su día a día.
No me cabe duda que a través de la mirada crítica del pensador Byung-Chul Han, podemos decir que Antonio Caballero representa un tipo de narrador que hoy escasea: aquel que teje historias capaces de dar cohesión a una comunidad. En un tiempo donde la inmediatez y la fragmentación parecen haber reducido la memoria a una serie de datos dispersos, su literatura ofrece un refugio contra el olvido y la desconexión. Han señala que el exceso de información en la sociedad actual ha desplazado la narrativa profunda, aquella que permite construir sentido e identidad. Frente a este vacío, la escritura de Caballero Carmona resiste, recordándonos que contar historias no es solo relatar hechos, sino otorgarles significado, preservar la memoria y, en última instancia, y para el que escribe, especialmente relevante, mantener vivo el lazo entre las generaciones.
Un puente entre tiempos y personas, un retrato fiel de la vida cotidiana de aquellos años difíciles, pero también una celebración de la fortaleza y el espíritu indomable de la gente. Leerlo es recorrer calles empedradas de un pasado que aún palpita, es compartir la mesa con personajes entrañables, es sentir la risa y la pena de quienes habitaron su universo narrativo.
Además de extraordinario escritor, Antonio Caballero, nuestro padre fue un cronista del alma popular, un observador lúcido. Su legado sigue vivo en cada relato, en cada historia que nos recuerda que la literatura es, en última instancia, la memoria de los pueblos y la voz de quienes nunca deben ser olvidados.
Marisol, Mari Carmen, María Asunción, Toni y Carlos.
Tus hijos.
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